Cuando
hay un accidente de aviación, por pequeño que
sea, la noticia sale en la primera página de todos los
periódicos.
Se
inicia una investigación a fondo, y la tragedia a menudo
da lecciones importantes para la industria aeronáutica
y las compañías aéreas.
Los pilotos y las aerolíneas después de un percance
aprenden a hacer su trabajo de forma más segura.
El
mundo de la medicina es más mortal, literalmente.
Solo
los errores médicos en EE.UU. matan a suficientes personas
cada semana para llenar cuatro aviones jumbo.
Pero
estos errores pasan desapercibidas para el mundo en general,
y la comunidad médica rara vez aprende de ellos.
Los
mismos evitables errores se cometen una y otra vez, y a los
pacientes se les oculta absolutamente cualquier información
acerca de que hospitales tienen mejores (o peores) registros
e historiales de seguridad.
Los
médicos, juran no hacer daño. Pero en su trabajo
pronto absorben otra regla tácita: pasar por alto los
errores de sus colegas. El problema es vasto.
Cirujanos
de EE.UU. operan sobre partes equivocadas del cuerpo 40 veces
a la semana.
Aproximadamente
una cuarta parte de todos los pacientes hospitalizados se ven
perjudicados por un error médico de algún tipo.
Si
los errores médicos fueran una enfermedad, esta sería
la sexta causa principal de muerte en Estados Unidos, por detrás
de accidentes y por delante del Alzheimer.
Entre
el 20% y el 30% de todos los medicamentos, pruebas y
procedimientos médicos son innecesarios, según
una investigación realizada por los propios especialistas
médicos, en su propia industria.
¿Qué
otra industria puede fallar tanto?
El
popular cirujano americano Marty Makary escribe públicamente
que cuando él era estudiante en la prestigiosa Harvard
Medical School el mote de un famoso cirujano eran las siglas
de la frase "Manos de Muerte y Destrucción"
, en inglés "Hands of Death and Destruction",
"Hodad".
El
doctor "Hodad" era encantador y todos los famosos
querían ser operados por él.
Sus
habilidades operativas eran apresuradas y descuidadas, y con
frecuencia sus pacientes sufrían complicaciones.
Era un hombre al que simplemente no se le debería haber
permitido tocar un paciente.
Marty
Makary se encontró a lo largo de su rotación por
muchos hospitales americanos con muchos doctores "Hodad".
Su
justificación para nunca denunciar un caso es que en
un negocio donde la reputación lo es todo, médicos
que denuncian a otros médicos pueden estar en el punto
de mira y arriesgar su profesión.
Los
hospitales en general tienden a huir de toda responsabilidad,
incluso los que tienen índices de complicaciones excesivamente
altos, e incluso los que son instituciones de prestigio en las
cuales los ciudadanos tienen depositada su absoluta confianza.
Muy
pocos hospitales publican estadísticas sobre su rendimiento
y eficacia, así que ¿cómo un pacientes
sabe si va a entrar en un lugar en el que no le van a matar?
Cada
hospital debería informar públicamente de sus
índices de infección, de readmisión, de
complicaciones quirúrgicas y de errores que nunca deberían
ocurrir, (como dejar una esponja quirúrgica dentro del
paciente).
La
información pública de cualquier hospital también
debería enumerar el volumen anual de operaciones que
se llevan a cabo en él, tipo de cirugía que se
realiza (incluyendo el porcentaje realizado de manera mínimamente
invasiva) y las puntuaciones de satisfacción del paciente.
Nada
mejor que esta información pública para que un
centro médico mejore.
En
1989, el primer año en que los hospitales de Nueva York
estuvieron obligados a informar sobre las tasas de mortalidad
de las cirugías cardiacas, los porcentajes de muerte
por institución variaban del 1% al
18%- una diferencia enorme.
Los
consumidores estaban armados, finalmente, con datos útiles.
Se podían preguntar: "¿Por qué tener
una operación de bypass o puente arterial coronario con
injerto en un hospital donde tengo una probabilidad de 1 entre
6 de morir en comparación con otro hospital en el que
tendré una probabilidad de morir de 1 entre 100?
Al
instante, los hospitales cardiacos de Nueva York con tasas de
alta mortalidad se apresuraron a mejorar, dichas tasas de mortalidad
se redujeron en un 83% a los seis años.
La
dirección y la gerencia en estos hospitales, finalmente,
pidieron al personal de los centros lo que tenían que
hacer en dirección para tener un hospital más
seguro.
En
algunos de dichos hospitales, los cirujanos dijeron que necesitaban
anestesiólogos especializados en cirugía de corazón;
en otros trajeron más enfermeras.
En
un hospital en concreto, el personal informó que un determinado
cirujano simplemente no estaba en condiciones de poder trabajar.
Su tasa de mortalidad era tan alta que destrozaba el promedio
del hospital.
Los administradores le ordenaron que dejara de hacer operaciones.
Adiós, Dr. Hodad.