La vinculación cuestionable entre las grasas saturadas y la
enfermedad cardíaca
Junio
2014 | Boletin
Mensual de Salud
¿Son
la mantequilla, el queso y la carne malos para el corazón?
Es dudosa la ciencia detrás de la cruzada anti grasa.
"Las
grasas saturadas no causan enfermedades del corazón"
o así concluye un estudio publicado en marzo en la revista
Annals of Internal Medicine.
¿Cómo
puede ser esto? La piedra angular del asesoramiento dietético
durante generaciones ha sido el siguiente consejo: se deben evitar
las grasas saturadas de la mantequilla, el queso y la carne roja porque
obstruyen nuestras arterias.
Para muchas
personas conscientes de la importancia de la dieta, ha sido en las últimas
décadas algo simplemente natural optar por pollo en lugar de
solomillo y por aceite de canola en lugar de mantequilla.
Sin embargo, la conclusión del nuevo estudio no debería
sorprender a nadie familiarizado con la ciencia nutricional moderna.
El hecho es que nunca ha habido evidencia sólida detrás
de la idea de que las grasas saturadas causan enfermedad.
La gestión
de la nutrición se ha llevado en el último medio siglo
a través de una mezcla de ambición personal, mala ciencia,
política y prejuicios.
Una consecuencia de la reducción de las grasas es que ahora estamos
comiendo mucho más de hidratos de carbono, al menos un 25% más
que desde principios de 1970.
El consumo
de grasas saturadas, por su parte, se ha reducido en un 11%, de acuerdo
con los mejores datos gubernamentales disponibles. Traducción:
En lugar de carne, huevos y queso, estamos comiendo más pasta,
cereales, frutas y vegetales con almidón, como las patatas.
Incluso aparentemente sanos alimentos bajos en grasa como el yogur,
se han convertido en sigilosos sistemas de administración
de carbohidratos, ya que la eliminación de la grasa a menudo
requiere la adición de rellenos para compensar la pérdida
de textura-y éstos están generalmente basados en hidratos
de carbono.
El problema es que los carbohidratos se descomponen en glucosa, lo cual
hace que el cuerpo libere insulina-una hormona que es increíblemente
eficiente en el almacenamiento de grasa.
Mientras
tanto, la fructosa, el azúcar principal en la fruta, hace que
el hígado genere triglicéridos y otros lípidos
en la sangre que son del todo, malas noticias para la salud. El exceso
de carbohidratos no sólo conduce a la obesidad, sino también,
con el tiempo, a la diabetes tipo 2 y, muy probablemente, a las enfermedades
del corazón.
Sabemos
desde la década de 1940 que cuando los aceites vegetales son
calentados crean productos de oxidación que, en experimentos
con animales, llevan a cirrosis hepática y muerte prematura.
Por estas
razones, algunos químicos a mediados del siglo pasado advirtieron
contra el consumo de estos aceites, pero sus preocupaciones se disiparon
por una solución química: Los aceites podían hacerse
más estables a través de un proceso llamado hidrogenación,
que utiliza un catalizador para que se conviertan de aceites en sustancias
sólidas.
Apartir
de la década de 1950, estos aceites endurecidos (solidificación)
se convirtieron en la columna vertebral de toda la industria alimentaria,
que los utiliza desde entonces en pasteles, galletas, patatas fritas,
pan, glaseados, rellenos, y en los alimentos congelados y fritos.
Por desgracia,
la hidrogenación también produjo las grasas trans, las
cuales desde 1970 han sido sospechosas de interferir con el funcionamiento
celular básico y fueron condenas por la FDA por su capacidad
para aumentar nuestros niveles de colesterol "malo" o LDL.
Sin embargo,
paradójicamente, el deseo de deshacerse de las grasas trans ha
llevado a algunos restaurantes y a los fabricantes de alimentos a volver
a usar aceites líquidos regularmente con los mismos problemas
de oxidación de siempre. Estos peligros son especialmente
agudos en las freidoras de restaurantes, donde los aceites se calientan
a altas temperaturas durante largos períodos.
La última
década de investigación sobre estos productos de oxidación
ha producido un cuerpo considerable de pruebas que demuestren sus efectos
inflamatorios y oxidativos dramáticos, lo que les implica en
enfermedades del corazón y en otras enfermedades como el Alzheimer.
Toxinas
potenciales recién descubiertas en los aceites vegetales, como
por ejemplo 3-monocloropropano -1,2-diol (3-MCPD) y ésteres
de glicidol, están causando preocupación entre las
autoridades sanitarias de Europa.
En resumen, el historial de los aceites vegetales es muy preocupante.
Reducir
el consumo de grasas saturadas ha tenido consecuencias especialmente
dañinas para las mujeres, que, debido a las diferencias hormonales,
sufren enfermedades del corazón más tarde en vida y de
una manera diferente que los hombres.
En todo
caso, los altos niveles de colesterol total en mujeres de más
de 50 se encontraron desde el principio estar asociados con una vida
más larga. Este resultado contradictorio fue descubierto
por primera vez por el famoso estudio de Framingham sobre factores de
riesgo de enfermedades del corazón en 1971 y desde entonces ha
sido confirmado por otras investigaciones.
Dado que
las mujeres menores de 50 años rara vez contraen la enfermedad
cardíaca, la implicación es que las mujeres de todas
las edades se han estado preocupando acerca de sus niveles de colesterol
sin necesidad. Sin embargo, los resultados de Framingham en mujeres
fueron omitidos de las conclusiones del estudio.
Y menos
de una década después, los funcionarios de salud del gobierno
presionaron acerca de su recomendacion sobre las grasas y el colesterol
para personas de cualquier edad basándose en datos de hombres
de mediana edad.
Cumplir
con estas directrices ha significado ignorar la evidencia cada vez
mayor de que las mujeres con dietas bajas en grasas saturadas en realidad
aumentan su riesgo de tener un ataque al corazón. El colesterol
"bueno" HDL cae precipitadamente para las mujeres en dietas
bajas en grasas (disminuye para los hombres también, pero en
menor medida).
La triste
ironía es que son precisamente las mujeres las que han sido
especialmente rigurosas siguiendo un aumento gradual de frutas, verduras
y cereales en sus dietas, pero ahora sufren de mayores tasas de obesidad
que los hombres y sus tasas de mortalidad por enfermedades del corazón
han alcanzado la paridad.
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