El ejercicio físico no solo parece mantener la piel joven,
también puede incluso revertir
el envejecimiento de dicha piel.
Mayo
2013 | Boletin
Mensual de Salud
El
ejercicio físico no solo parece mantener la piel joven, también
puede incluso revertir el envejecimiento de dicha piel en personas
que empiezan a hacer ejercicio tarde en su vida, según una
nueva sorprendente investigación.
Como muchos
de nosotros sabemos por experiencia lamentable, nuestra piel cambia
a medida que avanzan los años, ocasionando arrugas, patas de
gallo y flacidez.
Esto es
debido a los cambios que se producen dentro de nuestras capas de piel.
Después de los 40 años, la mayoría de nosotros
comienza a experimentar un espesamiento del estrato córneo, la
capa final, la protección externa de la epidermis, la capa superior
de la piel. El estrato córneo es la porción de la piel
que usted ve y siente.
Está
compuesto principalmente de células muertas de la piel y algo
de colágeno, y se hace más seco, más desmenuzable
y más denso con la edad.
Al mismo
tiempo, la capa de piel debajo de la epidermis, la dermis, comienza
a hacerse más fina. Pierde elasticidad, dando a la piel un aspecto
más transparente y de menor firmeza.
Estos cambios
son independientes de cualquier daño que la piel pueda recibir
por su exposición al sol. Son solamente el resultado del paso
del tiempo.
Recientemente,
investigadores de la Universidad McMaster en Ontario comenzaron a preguntarse
si tales alteraciones eran inevitables.
Estudios
anteriores en McMaster, que implicaban a ratones engendrados para envejecer
a edad prematura, habían demostrado que un régimen de
ejercicio constante podría aplazar o incluso anular los signos
de envejecimiento prematuro en estos animales.
Cuando
los miembros de esta variedad de ratones permanecían sedentarios,
crecían rápidamente con arrugas, débiles, enfermos,
dementes y con encanecimiento o calvos. Pero si dichos ratones tenían
acceso a ruedas hámster (dispositivos de ejercicio para hámsters
y otros roedores), en donde estaban en movimiento, mantenían
cerebro, corazón, músculos, órganos reproductivos
y piel mucho más sanos que sus sedentarios compañeros
de laboratorio. Su piel nunca se volvía grisácea
Si el ejercicio
podía impedir que la capa externa de los ratones cambiara con
la edad, los investigadores especularon si lo mismo podía suceder
con la piel humana.
Para probar
esa posibilidadreunieron a 29 hombres y mujeres voluntarios de edades
comprendidas entre 20 y 84 años.
Aproximadamente
la mitad de los participantes eran activos, realizaban al menos tres
horas de actividad física de moderada o vigorosa cada semana,
mientras que los restantes eran relativamente sedentarios, haciendo
menos de una hora a la semana de ejercicio .
El siguiente
paso fue pedir a cada voluntario que mostrara una nalga con el objetivo
de examinar la piel que no había estado expuesta con frecuencia
al sol y realizar una biopsia la cual fue examinada microscópicamente.
Cuando
se compararon estrictamente por edades, las muestras de piel mostraron
lo esperado. Los voluntarios mayores generalmente tenían capas
externas de piel más gruesas y capas internas significativamente
más delgadas
Pero esos
resultados cambiaron notablemente cuando los investigadores subdividieron
sus muestras por hábitos de ejercicio. Encontraron que después
de 40 años de edad, los hombres y mujeres que realizaban ejercicio
con frecuencia tenían en su piel un estrato córneo más
fino, más saludable y capas de dermis más gruesas.
Pero como
existían otros factores, incluyendo la dieta, genes y estilos
de vida, que podían haber influido en las diferencias de condición
de la piel entre los grupos sedentarios y no sedentarios, los investigadores
fueron conscientes de que era imposible saber si el ejercicio por sí
mismo era el causante.
Debido
a ello a continuación establecieron un grupo de voluntarios sedentarios
mayores de 65 años dispuestos a hacer ejercicio y después
obtener muestras de piel de las nalgas. Dichos voluntarios al comienzo
del estudio tenían piel normal para su edad.
Comenzaron
un programa de entrenamiento de resistencia bastante sencillo, trabajando
dos veces por semana trotando o andando en bicicleta a un ritmo moderado,
equivalente a por lo menos el 65 por ciento de su capacidad aeróbica
máxima durante 30 minutos. Esto continuó durante tres
meses. Al final de ese tiempo, los investigadores realizaron otra biopsia
de piel de los voluntarios.
Pero ahora
las muestras se veían diferentes, con capas externas e internas
que parecía muy similares a los de 20 a 40 años.
"No
quiero dar propaganda sobre los resultados, pero, realmente, la diferencia
era muy notable" dijo el Dr. Tarnopolsky, director del estudio.
Bajo un
microscopio, la piel de los voluntarios no sedentarios "parecía
la de una persona mucho más joven, y todo lo que habían
hecho de diferente era ejercicio."
Como el
ejercicio cambió la composición de la piel no está
totalmente claro, pero en una parte separada del estudio, los investigadores
comprobaron la existencia de alteraciones en los niveles de ciertas
sustancias creadas por los músculos.
Dichas
sustancias llamadas miokinas, son conocidas por entrar en el torrente
sanguíneo y poner en marcha cambios celulares independientemente
de los músculos. En este caso, los científicos encontrados
grandes niveles de una miokina llamado IL-15 en las muestras de piel
de los voluntarios después de hacer ejercicio físico.
Los investigadores
sospechan que las miokines y otras sustancias adicionales también
están involucradas en los cambios de la piel relacionados con
el ejercicio.
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