Su
carrera profesional le ha enseñado a un medico los límites
del tratamiento y la necesidad de planificar el final.
Hace años un prestigioso traumatólogo se encontró
un bulto en su estomago.
Fue
diagnosticado como cáncer de páncreas por uno
de los mejores cirujanos en Estados Unidos, el cual había
desarrollado un procedimiento que podía triplicar la
esperanza de vida del paciente, del 5% al 15%, aunque con una
pobre calidad de vida.
Al prestigioso traumatólogo, de 68 años de edad,
no le interesó para nada el tratamiento.
Se
fue a su casa al día siguiente, cerró su consulta
médica la semana después y no volvió a
poner nunca un pie en un hospital.
Se enfoco en pasar el tiempo con su familia.
Varios
meses después, murió en su casa.
No recibió quimioterapia, radiación o tratamiento
alguno.
La
Seguridad Social no se gasto mucho dinero con él.
Es algo de lo que no se habla mucho, pero los médicos,
también mueren.
Lo que es inusual acerca de su muerte no es cuanto tratamiento
reciben sino el poco tratamiento.
Ellos
saben exactamente lo que va a pasar, saben las opciones y por
lo general tienen acceso a cualquier tipo de atención
médica que puedan desear. Sin embargo, tienden a irse
de este mundo de manera serena y suave.
Los
médicos como cualquier otra persona para nada quieren
morir. Pero por lo general han hablado acerca de los límites
de la medicina moderna con sus familias. Ellos se aseguran de
que, cuando llegue el momento, no se tomen medidas heroicas
con sus cuerpos.
Durante
sus últimos momentos, saben por ejemplo, que no quieren
que alguien les rompe las costillas mediante la realización
de la reanimación cardiopulmonar (que es lo que sucede
cuando la RCP se hace correctamente).
En
el 2003, un grupo de médicos dirigidos por el doctor
Joseph J. Gallo realizó una encuesta con 765 médicos
acerca de las decisiones al final de sus vidas.
Encontraron
que el 64% había creado una directiva avanzada, especificando
las medidas que se deben y no se deben tomar para salvar sus
vidas en caso incapacitación.
Ese
porcentaje es de sólo el 20% en las personas en general.
¿Cuál
es la causa de ese gran diferencia entre las decisiones de los
médicos y las de sus pacientes?
El
caso de la reanimación cardiopulmonar (RCP), o reanimación
cardiorrespiratoria (RCR), es instructivo.
Un
estudio dirigido por la doctora Susan Diem sobre como un RCP
se muestra en televisión encontró que en el 75%
de los casos es un intervención con éxito y que
el 67% de los pacientes en la TV volvían a casa.
En
realidad, un estudio del 2010 con más de 95.000 casos
de RCP encontró que sólo el 8% de los pacientes
sobrevivieron más de un mes y de éstos, sólo
alrededor del 3% podía llevar una vida normal. El 0,24%
de los 95.000 casos.
A
diferencia de épocas anteriores, cuando los médicos
simplemente hacían lo que ellos pensaban que era lo mejor,
el sistema actual se basa en lo que los pacientes elijan.
Los
médicos realmente tratan de honrar los deseos de dichos
pacientes, pero cuando estos preguntan: "¿Qué
haría usted?", el médico a menudo evita responder.
No
quieren imponer sus opiniones sobre las de los más vulnerables.
El
resultado es que cada vez más gente recibe una inútil
atención final para "salvar la vida", lo que
ocasiona que actualmente mueran menos personas en casa que hace
60 años.