El año pasado, Dimitris Xygalatas, jefe del laboratorio
de Antropología Experimental en la Universidad de Connecticut,
decidió llevar a cabo un curioso experimento en Mauricio,
en el suroeste del océano Índico, durante el festival
de Thaipusam, una celebración del dios hindú Murugan.
Durante
diez días antes del festival, los devotos se abstienen
de comer carne y de tener relaciones sexuales.
Al
comenzar el festival, pueden elegir mostrar su devoción
en la forma de varios rituales comunales. Uno es bastante leve.
Se
trata de oración comunitaria y cantar al lado del templo
dedicado a Murugan, en la cima de una montaña.
El otro, sin embargo el Kavadi es uno de los rituales
religiosos modernos más dolorosos que actualmente se
practican.
Los
participantes deben clavarse en varias partes de sus cuerpos
agujas y pinchos y fijarse ganchos en sus espaldas, con los
cuales arrastran luego un carro durante más de cuatro
horas.
Después
de arrastrar el carro, suben a la montaña donde se encuentra
el templo del dios Murugan.
Inmediatamente
después de que cada ritual fuera completado Dimitris
Xygalatas pidió a los fieles si estarían dispuestos
a contestar algunas preguntas en una habitación cerca
del templo.
El
objetivo de Xygalatas era valorar la experiencia de los fieles,
su actitud hacia los otros y su religiosidad.
Luego
les hizo una pregunta simple: ¿darían ellos doscientas
rupias (el salario base de dos días de un obrero no cualificado)
al templo? El objetivo era averiguar si el dolor de la Kavadi
conducía a una mayor afinidad por el templo.
Cuando
Xygalatas y sus colegas analizaron las donaciones al templo
de Murugan, encontraron una diferencia sustancial entre los
dos tipos de fieles.
Quienes
habían sufrido el Kavadi estaban dispuestos a dar un
promedio de trescientas treinta y cuatro rupias al templo. Aquellos
que habían participado en oración y canto ofrecieron
solo ochenta y una rupias.
En
particular, no hubo diferencias en la religiosidad entre los
grupos. No es que los más fieles fueran más propensos
a soportar el doloroso ritual y también a donar más
dinero; los datos mostraron que el dolor del ritual les hizo
más generoso hacia su grupo.
Durante
siglos, las sociedades han utilizado el dolor como una forma
de crear lazos profundos.
Hay
ritos religiosos, como la autoflagelación, peregrinaciones
solitarias y mutilaciones físicas.
También
existen ritos de iniciación menos intensos como las fraternidades
, las ramas militares, los campamentos de verano y las residencias
médicas.
Ritos
dolorosos parecen ser una forma de ingeniería social
para conseguir un tipo de afinidad que surge naturalmente entre
las personas que han sufrido experiencias traumáticas
similares.
Los
psicólogos también durante mucho tiempo han creído
que el dolor crea lazos excepcionales, y los investigadores
llevan realizando experimentos como el de Xygalatas desde los
años cincuenta.
Algunos
de las primeros hallazgos datan de Elliot Aronson, un psicólogo
de la Universidad de Stanford.
Aronson
encontró que cuanto más dolorosa era la experiencia
que una joven mujer tuvo que pasar con el fin de unirse a una
comunidad, ella más que valoraba a dicha comunidad.
Aronson,
fiel a sus raíces, atribuyó el efecto a la reducción
de la disonancia: deseamos justificar que el dolor sufrido vale
la pena. Más de cincuenta años despues y lejos
de Palo Alto, Xygalatas llegó a la misma conclusión.
Tendemos
a sobrevalorar el placer, pero el dolor es una parte central
de lo que significa ser un humano y lo que nos hace felices.
La
experiencia dolorosa mejora el disfrute de una actividad posterior,
a un nivel fisiológico y emocional.
En
un estudio, el psicólogo social Brock Bastian encontró
que las personas que habían sumergido su mano en agua
con hielo posteriormente disfrutaron de una galleta de chocolate
significativamente más que los que no introdujeron la
mano.
Como
Bastian indica, "el dolor es una especie de acceso directo
a la conciencia: nos hace súbitamente conscientes de
todo los que nos rodea en nuestro medio ambiente".
El
dolor nos coloca brutalmente en una conciencia sensorial virtual
del mundo, tanto como la meditación.
El
verdadero poder de vinculación del dolor puede estar
en el agudo placer que sentimos después de que dicho
dolor ha pasado.